jueves, 5 de abril de 2018

INTELIGENCIA EMOCIONAL


La necesidad de incluir la educación emocional en la educación obligatoria española surgió a partir de la aparición del concepto de inteligencia emocional.

Cuando hablamos de educación lo primero que nos viene a la mente es la escuela, pero no debemos olvidar que la educación se basa en tres pilares fundamentales: la familia, la escuela y la sociedad. Los estudios de Bisquerra (2016) demuestran que la educación emocional es un proceso que debe estar presente durante toda la vida, desde el nacimiento, pasando por todos los grados de la escolarización y posteriormente durante la vida adulta. Este proceso debe ser continuo y permanente. La educación emocional supone un componente esencial para el desarrollo integral de las personas.



En lo concerniente a la escuela, la Educación Emocional está muy presente en la LOE (Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación). En la introducción, al hablar de uno de los principios fundamentales de esta ley (la educación de calidad para todos los ciudadanos), se especifica que "se trata de conseguir que todos los ciudadanos alcancen el máximo desarrollo posible en todas sus capacidades, individuales y sociales, intelectuales, culturales y emocionales...". Consecuentemente, entre las funciones del profesorado figura "la atención al desarrollo intelectual, afectivo, psicomotriz, social y moral del alumnado" (artículo 91.e). Sin embargo, siguen observándose carencias a este respecto, un gran número de maestros y profesores siguen centrando su actividad en los contenidos conceptuales, en el saber propiamente dicho, dejando atrás esta importante faceta de la educación.

La escuela es un sistema complejo de situaciones sociales que el alumno vivencia en el proceso de adaptación, como la competencia mutua, desarrollo de actitudes y patrones de reacción y respuestas, etc. Puede contemplarse en el currículum de primaria una leve referencia al aspecto emocional, pero de forma muy escueta (Real Decreto 124/2016, de 28 de febrero, de Educación). Por lo que no establecer en el diseño curricular los objetivos de educación emocional y social conlleva el riesgo de “deseducar” emocionalmente.

Gardner (citado por Goleman, 1995) afirma que es necesario que la escuela ofrezca situaciones en las que los niños puedan desarrollar sus habilidades y que de este modo puedan sentirse satisfechos y animados con lo que hacen. Desde la educación se debe fomentar que cada alumno desarrolle todas sus potencialidades, pero esto no es así, se les evalúa por su ajuste a un modelo cuando se debe dedicar menos tiempo en clasificar y más tiempo en ayudarles a cultivar sus múltiples habilidades.

Para Cohen (2003) la mayoría de los centros educativos tienen como prioridad alcanzar el éxito de los alumnos, prepararlos para el futuro y ‘aprender a aprender’. Para lograr estos objetivos educativos se necesita conocer lo que se siente, saber qué estrategias utilizar para la resolución de problemas y saber cuáles son los propios intereses. Estas habilidades se deben trabajar a través de la enseñanza emocional y social, entendido como un aspecto integral del aprendizaje académico como no académico.

Buj Pereda (2014) sostiene que existen múltiples investigaciones que coinciden que los alumnos que reciben una adecuada educación emocional presentan las siguientes características:

 - Buena autoestima.
- Presentan mejor agilidad para aprender.
- Muestran menos problemas de conducta.
- Son positivas y optimistas.
- Tienen un buen concepto de ellos mismos.
- Entienden los sentimientos de los demás.
- Soportan mejor las situaciones de presión.
- Vencen adecuadamente situaciones conflictivas y frustrantes.
- Son más felices, saludables y tienen más éxito.



Por ello, es necesario que se trabaje con los alumnos las emociones, saber hablar de ellas, de sus reacciones y cómo se deben manejar. Para ello se debe enseñar habilidades, destrezas y capacidades que ayuden y favorezcan al desarrollo positivo de la sociedad, evitando de este modo efectos negativos (Buj Pereda, 2014).

 Así, Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett (2008) defienden que es importante recordar que el aprendizaje de las habilidades emocionales empieza en casa y cuando los niños ingresan en el colegio cada uno dispone de un nivel emocional diferente. En ocasiones el docente no solo debe enseñar sino transformar las capacidades o carencias emocionales de los alumnos.

En este sentido, Covey (2009) añade que una de las tareas más importantes de los docentes es no priorizar las notas académicas por encima de otras cualidades y habilidades. Los docentes deben desarrollar la autoestima de los alumnos y potenciar en cada uno de ellos aquello que lo haga diferente. Cada alumno debe ser consciente que es importante en algo y saber poner en marcha sus habilidades sociales. Por lo que las evaluaciones de los alumnos deben estar por encima de las calificaciones.

En definitiva, la Educación Emocional es un aspecto muy a tener en cuenta en el ámbito de la educación formal y así está recogido en la legislación. Ahora es el turno de maestros y profesores de concienciarnos de la importancia de este aspecto y llevarlo a la práctica.




BIBLIOGRAFÍA

Bisquerra Alzina, R. (2016). Educación emocional. Documento inédito elaborado para las I Jornadas del Máster en Resolución de Conflictos en el Aula.
Bisquerra Alzina, R. (2016). 10 ideas clave. Educación emocional. Barcelona: Graó.
Goleman, D. (1995). Inteligencia Emocional. Barcelona: Kairós.
Cohen, J. (2003). La inteligencia emocional en el aula. Proyectos, estrategias e ideas. Argentina: Troquel.
Buj Pereda, M. J. (2014). La educación emocional en el aula. Propuestas didácticas para niños de 6 a 12 años. Horsori: Barcelona.
Palomera, R. y Fernández-Berrocal, P. (2008). La inteligencia emocional como una competencia básica en la formación inicial de los docentes: algunas evidencias. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 6(2), 437-454.
Covey, S. R. (2009). El líder interior. Cómo transmitir e inspirar los valores que conducen a la grandeza. Barcelona: Paidós.
Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. Boletín Oficial del Estado.
Real Decreto 124/2016, de 28 de febrero, de Educación. Boletín Oficial del Estado.